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Juramento a la bandera: ¿inclusión o estrategia?
El juramento a la bandera ha sido históricamente un acto solemne que se ha llevado a cabo como acto protocolario militar. Aún, en Colombia también es algo que se realiza en las izadas de bandera de los colegios, en donde instan a los niños y a las niñas a saludar y/o jurar a la bandera. ¿Pero de dónde viene esto y cuáles son sus implicaciones?
El juramento a la bandera inició en el Imperio Romano y su ejército, ya que debían, como forma de honor, jurar a las distintas legiones del ejército que entregarían su vida para el cuidado y la protección del mismo, como forma de servicio a su Estado. Esta acción se fue promoviendo y, durante los reinados, en la Edad Media, al realizar el juramento lo hacían a Dios y al Soberano puesto por Dios, siendo las personas súbditas de la jerarquía de la época, jurando lealtad dependiendo bajo quién se encontraban.
Ya sobre la época de la Revolución Francesa y sus principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, se consolidó el concepto de Nación Soberana, en donde ya los juramentos al rey eran desestimados y era para con la Nación que se debían hacer. Luego, con el tiempo, Napoleón Bonaparte creó y estipuló el “Lycee” (liceo de Estudios de Bachillerato), en donde, además de las materias generales que promovía la Antigua Grecia, se instauró e inculcó el “amor a la Nación” y, con ello, el Juramento a la Bandera desde los colegios.
Ahora bien, en la Gran Colombia (1819), el General Simón Bolívar fue quien impulsó en las escuelas que los niños fuesen inculcados con el amor a la patria y a los símbolos nacionales[1]. Esta tradición ha continuado durante el tiempo con el objetivo de que los niños y las niñas desde su corta edad juren a la bandera de Colombia, aún sin tener completo conocimiento de su simbología.
Este ritual o acto solemne no solo se evidencia en los colegios, sino que es especialmente importante para las fuerzas militares en muchos países, entre ellos Colombia. Su objetivo, en este sentido, vendría a crear y fortalecer el sentido patriótico, de unidad y lealtad a la nación, las instituciones y los ciudadanos, jurando y comprometiéndose a proteger al país y a sus ciudadanos en todo momento, defendiendo hasta con su vida en cualquier conflicto.
Desde las escuelas militares y como acto solemne, luego de la preparación que tienen los jóvenes en el Ejército Nacional, además de las pocas mujeres que por su vocación deciden profesionalizarse, tienen un acto protocolario en donde deben jurar a la bandera de Colombia. Sin embargo, desde una perspectiva desde la noviolencia y el antimilitarismo, promover estas acciones e involucrar a los niños, niñas, adolescentes (desde los colegios), además de las mujeres desde un servicio voluntario desde las fuerzas militares, promueve y agudiza problemáticas que son constantes dentro de un país que vive un conflicto interno y que, además, evidencia un alto índice de violencia en contra de las mujeres, los menores de edad y las comunidades diversas.
Dentro de este marco tanto histórico como actual, es importante subrayar la conexión entre el juramento a la bandera y el nacionalismo. Desde una edad pequeña, al recitar el juramento cada día en los colegios, las y los niños están siendo adoctrinados en que se debe dar su lealtad a su país; que no hay nada más importante que dar tu vida para el bien de la patria. Sea así tan explícita o no, el discurso y la narrativa va sembrando en las mentes de las y los niños y cuando surge la oportunidad de prestar servicio militar, se entiende que si toman está decisión de verdad es lo máximo que pueden hacer. Ahora bien, el nacionalismo en sí no es algo necesariamente malo. sino las consecuencias del mismo.
La lealtad al lugar –a la bandera o al país– pueden convertirse fácilmente en un exclusivismo del tipo “nosotros” contra “ellos”. Carl Schmitt, un jurista alemán y teórico político quien escribió extensamente sobre el ejercicio efectivo del poder político, sostiene que la raíz de la política es la distinción entre el amigo y el enemigo; y, si no hay un enemigo fácil de identificar, tendrían que encontrarlo o fabricarlo[2]. En este sentido, el nacionalismo y los sentimientos que surgen a su raíz no sólo promueven la guerra en cuanto a que sostienen que la meta del servicio militar es el sacrificio del enemigo (real o imaginario), sino que también el nacionalismo requiere un enemigo tanto externo como interno. También, ese enemigo, externo o interno, es algo que hay que eliminar.
En un hilo de pensamiento similar pero distinto, también es importante subrayar aquí el discurso de género que trae el nacionalismo y que no se puede entender sin una teoría del poder. En el contexto de la formación militar, especialmente en Colombia, a menudo se entrena a los hombres para que utilicen –y abusen– de su poder sobre y contra el enemigo para, en última instancia, eliminarlo. Además, en medio de las confrontaciones y enfrentamientos al hacer la guerra, el compromiso es que se utilizará una violencia extrema, pero disciplinada, y el entrenamiento para el combate moldea la masculinidad con este fin.
Esta idea continúa la imposición de las rígidas divisiones de los roles masculino y femenino en la sociedad que el patriarcado sostiene y defiende. El patriarcado asume la “masculinidad” como sinónimo de fuerza, agresividad y superioridad, mientras que a menudo ve lo “femenino” como pasivo e inferior. Estos marcos e ideas han sido aceptados como naturales y propios de hombres y mujeres en la sociedad. Por ello, los hombres son vistos como los que tienen el poder, tanto físico como teórico, mientras que las mujeres son propiedad, con el único propósito de servir y respetar al hombre. En otras palabras, la participación en el ejército reafirma y confirma que la violencia y las normas patriarcales de género no solo son buenas y correctas, sino que deben continuar como parte incuestionable de la sociedad.
Estas nociones construidas y reforzadas de hombría y femineidad necesitan ser deconstruidas. Y aunque algunos digan que la inclusión de las mujeres en el servicio militar es una forma de mostrar la igualdad entre hombres y mujeres, ¿cambiará también la formación militar?, ¿cómo se tendrán en cuenta las necesidades de las mujeres que difieren de las de los hombres durante su formación?, ¿qué impedirá que los hombres utilicen y abusen de su poder sobre y contra las mujeres que supuestamente luchan en el mismo bando?
Ahora bien, lo que para el Ejército Nacional es llamado “inclusión,” sosteniendo desde el discurso, la intención de vincular e incluir a las mujeres de manera voluntaria al servicio militar, pone en sobre aviso una problemática nueva: incluir a las mujeres en una ideología militar que prioriza la resolución de los conflictos de manera violenta.
Las mujeres históricamente en todo conflicto o guerra han sido afectadas de distintas maneras. En Colombia, las cifras respecto a las mujeres que han sido víctimas del conflicto armado interno son escalofriantes: «según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV), en el Registro Único de Víctimas (RUV), con corte a 30 de junio de 2021, se encuentran incluidas 4.496.657 mujeres, lo que corresponde al 49,1% del total de 9.155.213 víctimas del conflicto armado del país incluidas en el RUV[3]».
Por otro lado, las mujeres y niñas han sido vinculadas en distintos grupos armados al margen de la ley, situación que alarma a distintas autoridades, tanto nacionales como internacionales. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expone en su informe Las mujeres frente a la violencia y la discriminación derivadas del conflicto armado en Colombia,[4] que las mujeres y las niñas son usadas por parte de los grupos armados para desempeñarse en el combate, como esclavas sexuales, informantes, patrulleras, etc., desempeñando roles que las ponen en riesgo, vulneran sus derechos y son vistas como objetos y no como personas.
Las mujeres, desde cualquier perspectiva, han sido vinculadas de diferentes maneras a los conflictos y, abordar estos conflictos dándoles un arma y capacitándolas para la guerra no es la manera más sensata en tiempos donde se desea construir país y aportar a un país más justo, libre y democrático. Si bien esta perspectiva evidencia una falta al objetivo de hacer masiva la vinculación de las mujeres al Ejército Nacional, no puede negarse y plantearse que este ha sido, históricamente, regida por hombres y dirigida por los mismos. Su instrucción, capacitación y manejo de trabajo ha demostrado que el hombre es quien domina y dirige, desde la idea de la fuerza, el poder y el control. Las mujeres, por lo contrario, han tenido un rol subordinado a las directrices y el mando.
Distintas discusiones que se han dado por grupos antimilitaristas y feministas concuerdan en que vincular a las mujeres a las Ejército Nacional no implica cambiar la manera de pensar y de mandar dentro de las instituciones. Aún, dentro del plan que desea desarrollar el servicio militar con la vinculación de las mujeres, se plantea que no habrá un cambio en la instrucción y capacitación, lo cual nos lleva a preguntarnos, ¿realmente se han pensado la inclusión de las mujeres desde la perspectiva de lo diferencial?
Pero, ¿cuáles pueden ser las razones para involucrar a las mujeres dentro del SM? No se puede dejar de lado que esta acción viene como una contingencia ante la disminución masiva de jóvenes que se vinculan al servicio militar, aún conociendo que ante la ley es obligatorio que todo joven, una vez cumplidos los dieciocho años debe solucionar su situación militar. La obligatoriedad ha llevado a que se realice una crítica y reflexión respecto a la institución y se genere una deserción considerable. Es por este motivo que la intención de ser vinculantes e inclusivos, viene tras una crisis institucional, más que de la necesidad y la importancia de plantearse las discusiones sobre la diversidad y el género.
Por otro lado, se encuentra la imagen del ejército y las fuerzas de policía y ESMAD, quienes tras los últimos acontecimientos que se han dado en el país, la imagen de estas se han visto dañadas y socavadas debido a distintas acciones que han dañado y vulnerado a la sociedad. Ante esta situación, la vinculación de las mujeres también ha tenido una intención de aportar a mejorar la imagen de la institución dentro de la idea de ser inclusiva y abierta al tener en cuenta la diversidad y darle cupo a las mujeres para ser parte de las filas.
En este sentido, las mujeres vienen a ser nuevamente usadas para cumplir con un objetivo dentro del sistema y mantener el status quo y, con esto, es importante plantear las mismas preguntas que una mujer como Cynthia Enloe, teórica política, profesora y feminista, se ha realizado respecto a que las mujeres sean parte de el Ejército Nacional: «¿ayudará a una desmilitarización social? ¿Eliminará el patriarcado de la institución militar? ¿Fomentará los valores de la alternativa feminista? ¿Terminará en la desmasculinización de lo militar? o más bien ¿llevará a la militarización del feminismo?[5]».
Conclusiones
Reconocer, ser inclusivos y vinculantes primero requiere de un ejercicio analítico, reflexivo y, por ende, conciente, de que las mujeres en colombia han sido vulneradas, utilizadas y discriminadas por años, razón por la cual deben pensarse de verdad en mecanismos que garanticen sus derechos, que haya un reconocimiento de su papel en la construcción de país y su rol como constructoras de paz. Jurar a una bandera para dar su vida, no es garantía de cambio y sostenibilidad social y de nación.
Si bien decidir hacer parte de el Ejército Nacional es una decisión personal, esta no debe ser coartada, no solamente por la promoción y el discurso de honor y entrega a la nación que se promueve para hacer parte del Ejército Militar, sino además por las necesidades que son constantes en la vida cotidiana de todas y todos, como la salud, el acceso a la educación, entre otros; y que llevan a ver el “servicio” militar como una alternativa de vida ante la precariedad en la que se vive.
Si queremos el cambio de un país que ha vivido históricamente en el conflicto, no se debe seguir apoyando y fortaleciendo sistemas que promueven la solución o transformación de conflictos de manera violenta, en donde se aborda desde la idea del enemigo y deshumaniza al otro y a la otra.
Es importante que desde los colegios y cualquier otro espacio educativo y cultural se cambie la ideología militar y, por el contrario, se hable de derechos, de mecanismos de participación política y pública y se inste a los más pequeños a construir país desde la transformación de los conflictos.
Además, que no se use el discurso de inclusión como estrategia para llenar las filas, para mejorar la imagen; por el contrario, si se desea hacer esto, se piense realmente qué implica la inclusión, que es para con todas y para con todos, esto quiere decir hombres, mujeres, comunidad LGBTQ+, entre otros; y, además, que es importante en ese deseo de ser “incluyentes” revisar y cambiar el discurso interno institucional que se ha caracterizado históricamente por ser patriarcal, misógino y del héroe masculino.
Por eso, hacemos un llamado e invitamos a todas y todos; a las iglesias y personas de fe a reflexionar ¿qué dice la biblia y Jesús respecto a la militarización de la vida y las mujeres?; y, además, junto a organizaciones, colectivas y grupos de personas ¿cómo desde la vinculación de las mujeres a un sistema y pensamiento militarista aportamos a la sociedad?, ¿cómo podemos aportar para desmilitarizar nuestras vidas, mentes y cuerpos?
«Las mujeres no parimos hijos ni hijas para la guerra»
[1] Torena, Daniel (S, f), Historia del juramento a la bandera. p. 1-3. PDF.
[2] Schmitt, Carl. The concept of the political. Chicago, IL: Univ. of Chicago Press, 2008.
[3] Parada, N., Cipagauta, D.. (2021). Observatorio distrital de víctimas del conflicto armado. Informe especial mujeres víctimas en Bogotá. Alta consejería de paz, víctimas y reconciliación. p. 3. Tomado de: https://observatorio.victimasbogota.gov.co/sites/default/files/documentos/Informe%20Especial%20Mujeres%20Vi%CC%81ctimas%20en%20Bogota%CC%81%202021.pdf
[4]Tomado de: https://www.cidh.oas.org/countryrep/ColombiaMujeres06sp/III.htm
[5] MOC (S.f). Antimilitarismo y feminismo: el cuestionamiento a la cultura patriarcal de dominación. Mujeres en Red, El periódico feminista. Tomado de: https://www.mujeresenred.net/spip.php?article49
Área de Mujer, Paz y Justicia Ambiental