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La iglesia reflexiona sobre su papel en la Paz Total
La Iglesia y la Paz Total: ¿Cómo ser luz y sal en este momento del país?
¿Cómo evaluar los avances de la Paz Total? ¿Qué papel debe asumir la iglesia frente a esta apuesta del país? Con estas preguntas como punto de partida, líderes y lideresas cristianas, representantes sociales y personas creyentes se reunieron para reflexionar sobre el compromiso ético, espiritual y político de las comunidades de fe en la construcción de la paz.
En un ejercicio de discernimiento comunitario, la Iglesia Menonita de Teusaquillo convocó el foro “La Iglesia y la Paz Total: ¿Cómo ser luz y sal en este momento del país?”, un espacio de diálogo sobre el actual contexto nacional, la política de Paz Total y el lugar de la iglesia en medio de una nación marcada por décadas de conflicto.
El foro contó con la participación de tres voces reconocidas del ámbito menonita: la congresista Martha Alfonso Jurado; el economista y asesor en temas agrarios y de tierras Héctor Mondragón; y el director de Justapaz, Martín Nates. Cada uno compartió sus perspectivas sobre los avances, retos y oportunidades que plantea la Paz Total, desde una mirada bíblica, social y ética.
La representante Martha Alfonso señaló que el Gobierno de Gustavo Petro ha promovido cambios significativos, como el giro en la política de seguridad. Destacó que se ha pasado de la represión violenta de la protesta social al respeto por la movilización ciudadana, lo cual ha permitido una disminución en las violaciones a los derechos humanos. También resaltó que el enfoque actual del conflicto reconoce no solo a actores armados con motivaciones políticas, sino también a redes criminales relacionadas con el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión y otras economías ilícitas.
“La paz no es solo ausencia de guerra; se construye desde el bienestar social”, afirmó, al tiempo que llamó a fortalecer reformas estructurales en salud, educación, pensiones y justicia, como pilares fundamentales de la paz.
Martín Nates, director de Justapaz, centró su intervención en la dimensión territorial de la Paz Total. Explicó que, como política de Estado, esta debe ser integral y articular tres grandes pilares: la participación ciudadana como base de la convivencia; la justicia social y ambiental mediante políticas públicas transformadoras; y los procesos de negociación política con actores armados, así como el acogimiento a la justicia de grupos delincuenciales de alto impacto.
Desde su experiencia en Justapaz, subrayó que la paz también se construye desde lo cotidiano: en los barrios, las iglesias, los colectivos de objetores de conciencia y las comunidades que resisten la violencia estructural desde sus prácticas culturales e identidades.
“La paz se concreta cuando hay acceso a derechos, verdad, justicia restaurativa, reparación y no repetición. Y en esto, las iglesias tenemos mucho que decir y que hacer”, expresó.
También insistió en la necesidad de avanzar en caminos de reconciliación con grupos insurgentes y estructuras criminales, a través del acogimiento a la justicia, rutas humanitarias y procesos de reparación.
Nates advirtió sobre desafíos urgentes: proteger a líderes y lideresas sociales que están en riesgo por la disputa territorial entre grupos armados ilegales; concretar acuerdos humanitarios que alivien el sufrimiento de las comunidades; exigir la implementación efectiva de los acuerdos ya alcanzados; y fortalecer las mesas territoriales de paz que se derivan de los diálogos en curso.
Héctor Mondragón, por su parte, situó el análisis en un escenario internacional marcado por guerras prolongadas, el resurgimiento de proyectos autoritarios y la destrucción de Estados. Alertó sobre el riesgo de que Colombia transite ese mismo camino si no logra consolidar avances en sus procesos de paz.
Criticó el uso limitado del cese al fuego, que ha excluido la protección de líderes sociales y organizaciones comunitarias, y señaló que se requería un enfoque más amplio, que involucrara a todos los actores armados y no solo al Estado y a un grupo.
“La Paz Total es una apuesta válida, pero necesita transformaciones profundas, voluntad política y un mayor empoderamiento ciudadano. Si no, el país puede fragmentarse aún más, bajo el control de señores de la guerra”, advirtió.
Finalmente, hizo un llamado a sostener la fe en medio de la dificultad:
“No basta con esperanza. Necesitamos una fe activa en la paz”.
¿Y la iglesia qué?
El papel de las iglesias fue uno de los ejes centrales del foro. Las y los panelistas coincidieron en que el sector religioso no puede mantenerse neutral frente al conflicto y la injusticia. Se hizo un llamado a una iglesia activa, que hable, actúe y proponga: desde la incidencia política y legislativa, hasta el acompañamiento espiritual, la pedagogía para la reconciliación, la denuncia de violaciones de derechos humanos y la participación en procesos de justicia restaurativa.
“La iglesia debe ser luz con su palabra y sal con su acción”, dijo la representante Alfonso.
Nates reforzó esta idea afirmando que es tiempo de romper el silencio, dialogar con lo diverso y tejer redes con quienes construyen paz desde abajo. Mondragón, con tono crítico, cuestionó a sectores religiosos que han justificado la violencia y legitimado la opresión desde los púlpitos.
El foro dejó un mensaje claro: la paz en Colombia requiere del compromiso de todos los sectores, incluyendo las iglesias. Su aporte debe ir más allá de lo espiritual y proyectarse en lo público, en la defensa de la vida, la justicia social y la reconciliación. La Paz Total, con sus avances y contradicciones, solo será viable si las comunidades de fe asumen un rol activo como agentes de transformación, con su palabra y con su acción.