
Trenzando Saberes un proceso pedagógico con jóvenes de Pasto y Samaniego
El 29 de noviembre de 2025, Cali se convirtió en el lugar de un ejercicio de escucha, análisis y convergencia territorial entre jóvenes del Valle del Cauca y Nariño. El Encuentro de Juventudes parte del Laboratorio de Saberes impulsado por Justapaz y Comundo, reunió a liderazgos diversos (Ambientales, culturales, comunales, sociales) para comprender un diagnóstico urgente: la participación política juvenil en los territorios está marcada por la exclusión estructural, pero también por nuevas formas de organización, resistencia y acción colectiva.
El espacio, realizado en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, hizo parte de la campaña nacional “Juntar, Movilizar y Cuidar”, que busca fortalecer los procesos juveniles, sus narrativas y su incidencia hacia la ratificación de la Convención Iberoamericana de Derechos de las Juventudes. El objetivo central fue “fortalecer las alianzas, capacidades y rutas de articulación territorial (…) con el fin de avanzar en la Campaña de Juntar, Movilizar y Cuidar y consolidar acciones de incidencia hacia la ratificación”

Panel: El contexto participación Juventud
- Nariño – Sofía Micanquer
Lideresa social de 18 años con trayectoria en la defensa de los derechos humanos, la niñez y la juventud. Coordina la emisora Somos Contenido de Paz y la Escuela de Gestores Sociales. Es voluntaria de REDEPAZ Nariño, Gestora Nacional de Adolescentes en Movimiento por sus Derechos – UNICEF (nodo Nariño y Putumayo) y Mentora Nacional de la Red Save the Children.
- Valle del Cauca – Terry Hurtado
Activista con una vida dedicada a la defensa de la naturaleza y la liberación animal. Ambientalista y luchador social, reconocido por su incidencia política y comunitaria en Cali y el suroccidente colombiano.
- Cali, Valle del Cauca – Niko RST
Artista de rap caleño, referente del “rap con conciencia” por sus letras de contenido social y político. Activista y gestor cultural, creador musical y audiovisual. Director de la Red Cultural de los Saberes de la Calle, plataforma que impulsa resistencias juveniles, procesos artísticos y organización comunitaria desde los territorios populares.
- Valle del Cauca – Sara Vásquez Rodríguez
Socióloga de la Universidad del Valle y estudiante de Derecho. Desde hace 10 años integra procesos de organización social y territorial en defensa de los derechos humanos. Desde 2022 forma parte del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali, donde se desempeña en el área pedagógica.
- Comundo / Observatorio de Realidades – Anna Lena Diesselmann
Lingüista y doctora en Filosofía. Cooperante internacional de Comundo, vinculada al Observatorio de Realidades Sociales, donde aporta análisis académico y metodológico en el estudio de dinámicas territoriales, desigualdades y participación juvenil.
La jornada inició con un panel sobre la realidad territorial juvenil, donde el Observatorio de Realidades Sociales de Cali expuso un panorama crudo sobre los riesgos que enfrentan las juventudes en el Valle del Cauca y el Pacífico. Ann y Sara, investigadoras del Observatorio, señalaron que el reclutamiento de jóvenes para dinámicas armadas y economías ilegales continúa creciendo, pese al subregistro oficial. Mientras las cifras institucionales reportan apenas 55 casos en cinco años, solo en el norte del Cauca se estiman más de 120.000 jóvenes reclutados en 2025, una diferencia que evidencia, según lo expresaron:
“Las cifras oficiales nunca serán las reales. En los territorios hay silencios marcados por miedo, y dinámicas que no se registran, pero que están ahí configurando la vida y la muerte de la juventud”
A esto se suma un fenómeno que el Observatorio describió como “movilidad forzada para economías criminales”, donde falsas ofertas de empleo están siendo utilizadas para captar jóvenes. Una situación que refleja cómo sicariato, microtráfico y extorsión son presentados como “alternativas económicas” en contextos de exclusión estructural.
El panel también advirtió sobre un mecanismo poco visibilizado: el uso de plataformas de “webcaming” como puerta de entrada para el reclutamiento, especialmente de niñas y jóvenes mujeres. Según el Observatorio, grupos armados utilizan estos espacios digitales para establecer los primeros contactos y luego desplegar procesos de cooptación y control. Esta violencia digital se articula con la territorial, ampliando los riesgos y sofisticando las estrategias de captación.
Finalmente, las investigadoras alertaron sobre el contexto urbano de Cali, donde hoy circulan 320.000 armas ilegales y operan 112 barras criminales disputándose el control de los barrios, configurando un entorno donde la juventud es simultáneamente objetivo, mano de obra y víctima de la guerra urbana. Frente a este escenario, insistieron en la necesidad de fortalecer la gobernanza comunitaria de los datos, construir redes de confianza y generar mecanismos propios de denuncia y alerta que permitan visibilizar lo que las cifras oficiales ocultan.

Participar para sobrevivir: otras políticas, otras calles
Una de las intervenciones más potentes vino desde la Red Cultural de Saberes de la Calle, representada por Niko RST:
“Nosotros no empezamos a organizarnos por romanticismo político sino para sobrevivir. Si en vez de agua, una flor recibe gasolina, muere. Así crecimos muchos jóvenes en Cali”
A partir de esta reflexión, Niko profundizó en la idea de que la política en los barrios no solamente se aprende en manuales ni se ejerce en mesas de diálogo, sino que se gesta en la urgencia cotidiana de evitar que la muerte gane terreno. Explicó que, como muchos jóvenes, crecieron sin sol ni agua, expuestos a violencias que se convirtieron en la única oferta vital: economías ilegales, consumo, sicariato, guerras de esquina. Frente a eso, la Red Cultural de Saberes de la Calle nació como un acto de resistencia práctica: poner un parlante en la cancha, pintar grafiti, hacer break dance, crear escuelas de RAP y sostener procesos comunitarios que mantengan a niños y jóvenes lejos de las violencias, del reclutamiento y de las dinámicas que los empujan a desaparecer y dejar de SER.
Para Niko, esa es la verdadera participación política: la que se ejerce “en una cancha donde la única oportunidad que teníamos era vender droga… y aun así decidimos llevar música, deporte y arte para hacerle resistencia a la violencia”. No se trata, lo recalcó de la participación que llega al barrio por fotos, firmas o promesas, sino de la que emerge de la indignación y del amor por la vida propia y colectiva.
El panelista también cuestionó las brechas materiales que impiden que muchas juventudes se vinculen a espacios de incidencia:
“¿Cómo le digo a un joven que venga a una mesa de diálogo si tiene que decidir entre un taller de incidencia política o el dinero del día para comprar los pañales de su hijo?”
Su análisis fue un llamado a mirar la participación desde el territorio y no solo desde la institucionalidad: reconocer que, en contextos donde la muerte se ha naturalizado, participar es literalmente una apuesta por sobrevivir y por sostener a otros con vida. Desde el rap, el skate, el grafiti y las escuelas comunitarias, estas juventudes están reconstruyendo lo común, disputando el sentido del espacio público y demostrando que el arte también es una forma de política.
Participación que nace en la ruralidad
La voz juvenil de Nariño permitió leer una realidad marcada por el conflicto armado, la precariedad y el centralismo que históricamente ha dejado a la ruralidad fuera de las decisiones públicas. Sofía Micanquer, lideresa social y radialista comunitaria, fue contundente al describir la desconexión entre la oferta institucional y las experiencias reales de las juventudes rurales:
“Muchos jóvenes ni siquiera conocen los mecanismos de participación, porque nunca son convocados y porque siempre van los mismos. La ruralidad sigue siendo marginada de los espacios de decisión”.
A partir de esa premisa, Sofía explicó cómo la participación en Nariño no solo es limitada, sino profundamente desigual. La descentralización. Señaló, sigue sin concretarse: mientras algunos procesos juveniles alcanzan visibilidad, la mayoría de jóvenes en barrios y veredas queda fuera del mapa institucional. Esa exclusión se cruza con problemáticas estructurales como la precariedad laboral, el acceso desigual a la educación y el “limbo” político de la juventud, ubicada siempre entre la niñez y la adultez, sin reconocimiento de sus necesidades específicas.
Al relatar la experiencia de la Escuela de Gestores Sociales en Pasto, Sofía mostró otra forma de entender y ejercer la participación: una que nace del territorio y la ancestralidad. Allí, el vínculo con las mujeres campesinas, las personas mayores y los saberes tradicionales se convierte en una ruta de participación vinculante que fortalece identidad, memoria y arraigo. Su intervención resaltó cómo, desde la ruralidad, la participación adquiere sentido cuando reconecta a las juventudes con la tierra, con la cultura y con la comprensión de que “la semilla transforma”, no solo como planta, sino como tejido de comunidad y futuro.
Una lectura histórica y política para entender el presente juvenil
El panel también contó con la presencia del activista y exconcejal Terry Hurtado, quien situó la discusión en una perspectiva histórica que conecta las luchas juveniles con los cambios normativos globales y ambientales. Recordó que mientras el mundo transitaba de los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, las realidades territoriales de la juventud no avanzaban al mismo ritmo. Su presentación expuso hitos como el reconocimiento del Río Atrato y el Río Cauca como sujetos de derechos, el Acuerdo de Escazú, las nuevas discusiones sobre biocentrismo y ética interespecie, y los temas que hoy movilizan a las juventudes: justicia ambiental, libertad de expresión, intimidad, eliminación del servicio militar obligatorio y participación real en la toma de decisiones.
Hurtado inició su intervención recordando a Sandra Viviana Cuello, joven desaparecida con la que trabajó en procesos de defensa del agua. Esa memoria, dijo, es el recordatorio doloroso de que la participación política juvenil en Colombia siempre ha estado atravesada por riesgos, violencias y silencios impuestos. De allí la urgencia de comprender que la participación no es un gesto simbólico, sino un terreno vital:
“La participación vinculante implica que las decisiones tomadas por jóvenes sean obligatorias para el Estado. Hoy no lo son. Es tiempo de pasar de la participación decorativa a la participación con poder”.
En la parte final de su intervención, Hurtado hizo un análisis directo del lugar de la Convención Iberoamericana de Derechos de las Juventudes (CIDJ) en este panorama. Señaló que la Convención es un instrumento valioso pero desactualizado, construido para un mundo que ya no existe: sin redes sociales masivas, sin inteligencia artificial, sin discusiones sobre crisis climática al nivel actual y sin la complejidad digital que hoy atraviesa la vida juvenil.
A partir de ese diagnóstico, planteó dos recomendaciones centrales:
- Exigir la ratificación, pero no conformarse solo con ella.
Subrayó que la ratificación debe ser entendida como un piso mínimo, no como un punto de llegada. El país. Dijo, necesita herramientas jurídicas robustas que se adapten a la vida actual de las juventudes y a las luchas que hoy están en curso.
- Impulsar una actualización del texto de la Convención.
Apoyándose en su presentación, insistió en que es “necesario y posible construir un movimiento para exigir no solo la ratificación, sino el compromiso del Estado colombiano de presentar una enmienda que actualice el convenio”, incluyendo debates contemporáneos: justicia ambiental, protección digital, objeción de conciencia, nuevas violencias y nuevas formas de organización juvenil.
Para Hurtado, la ratificación debe ser acompañada por una fuerza social que garantice que los derechos allí consignados se vuelvan exigibles, y que los Estados asuman la obligación de adaptarlos a las transformaciones globales que ya están afectando a las juventudes: crisis climática, vigilancia digital, militarización, desigualdad estructural y nuevas economías ilegales.
Con ello, su intervención conectó con la esencia del encuentro: la necesidad de una participación juvenil que no solo esté nombrada en los marcos legales, sino que tenga poder, sea vinculante y transforme la vida cotidiana en los territorios
La Convención Iberoamericana: un camino…
La segunda parte del encuentro profundizó en el sentido de la Convención Iberoamericana de Derechos de las Juventudes, su urgencia y los retos para su ratificación en Colombia. En su presentación, Andrés Aponte explicó que la Convención es el único tratado internacional especializado en los derechos de las personas jóvenes, aplicable al grupo de 15 a 24 años, y que establece estándares mínimos en participación vinculante, objeción de conciencia, protección frente al reclutamiento, justicia ambiental, libertad de expresión, igualdad de género y no discriminación. Recordó que fue adoptada en 2005 y que, aunque Colombia participó en su creación, nunca la ratificó, lo que deja al país rezagado frente al resto de la región.
Aponte detalló también los cuatro pasos obligatorios de la ratificación: firma o adhesión del Ejecutivo, proyecto de ley aprobatoria, trámite legislativo y control constitucional, y subrayó que este proceso no es solo jurídico, sino profundamente político: permitiría que los derechos juveniles tengan exigibilidad internacional, e incluso que algunos artículos entren a dialogar con el bloque de constitucionalidad cuando se vinculan a derechos humanos no derogables.
Su intervención enfatizó otro punto clave: la ratificación obligaría al Estado colombiano a fortalecer la institucionalidad de juventud, destinar presupuesto, generar reglamentación específica y actualizar los mecanismos de participación, hoy insuficientes y, en muchos casos, meramente consultivos. “La Convención, señaló no crea derechos nuevos, pero eleva los que ya existen a un estándar internacional, lo que les da a las juventudes herramientas de exigibilidad y de protección que hoy no tienen”.
La campaña comunicativa: Juntar, Movilizar y Cuidar
Tras la presentación jurídica, Katherine Pérez introdujo la estrategia comunicativa y pedagógica “Súmate a la Juntanza”, el brazo comunicacional de la campaña nacional por la ratificación. Explicó que la Juntanza es un movimiento diverso de juventudes, organizaciones sociales, instituciones y aliadas de la cooperación que busca que la Convención se convierta en un tema de debate público nacional.
La campaña se estructura en tres movimientos:
Tras la explicación jurídica de la Convención, la intervención de Katherine Pérez situó el debate en el terreno de la comunicación y la movilización social. Presentó la campaña “Súmate a la Juntanza” como una estrategia pedagógica, política y emocional que busca que la ratificación de la Convención no sea un proceso técnico, sino un movimiento colectivo de país. Explicó que la Juntanza no es una marca ni un eslogan: es un tejido vivo de juventudes, organizaciones, instituciones y procesos comunitarios que, desde distintos territorios, están uniendo fuerzas para posicionar el tema en la agenda pública nacional.
Katherine describió los tres ejes que dan vida a la campaña: Juntar, Movilizar y Cuidar. Juntar significa activar alianzas, fortalecer redes y consolidar un movimiento nacional por la ratificación, donde cada territorio aporta saberes, experiencias y vocerías. Movilizar implica impulsar acciones de incidencia política, comunicación popular, acompañamiento jurídico, contenidos pedagógicos y activaciones territoriales que lleven la Convención a la conversación pública. Y Cuidar es garantizar que este proceso sea sostenible en el tiempo: acompañar, hacer memoria, sostener vínculos y proteger a las juventudes en su ejercicio de participación.
En su presentación, resaltó que la campaña parte de una convicción ética y generacional: la ratificación de la CIDJ es más que un trámite jurídico; es un acto de reconocimiento político. Recordó que los derechos que la Convención consagra, la participación vinculante, objeción de conciencia, eliminación progresiva del servicio militar obligatorio, igualdad de género, justicia ambiental, libertad de expresión, protección integral, responden a luchas que las juventudes ya vienen dando en sus territorios.
Katherine también mostró la dimensión práctica de la campaña: los equipos de trabajo abiertos y diversos, el ecosistema informativo compartido, las vocerías juveniles, la estrategia en redes, los materiales educativos y la invitación a que organizaciones y colectivos “pongan su logo” como gesto político de adhesión a la causa. Explicó que la Juntanza crece desde las manos y los saberes de muchas juventudes, y que cada nueva adhesión fortalece la base social necesaria para que el Congreso, el Gobierno y la opinión pública comprendan la importancia de avanzar hacia la ratificación.
Su intervención cerró con una idea que resonó en toda la sala: “Nos juntamos para hacernos sentir, nos movemos para incidir y cuidamos para sostener”. Una frase que, más que un lema, sintetiza el espíritu de esta campaña: la participación como un acto de cuidado, la incidencia como una práctica colectiva y la comunicación como un puente para transformar la realidad juvenil del país. Para las juventudes participantes, la ratificación no es solo un trámite jurídico, sino un acto de dignidad colectiva.

Reflexiones: la JUNTANZA como camino y estrategia
El Encuentro de Juventudes evidenció que la participación juvenil en el suroccidente colombiano está siendo transformada desde prácticas territoriales reales: la organización comunitaria, el arte, la defensa ambiental, las pedagogías rurales y las redes culturales que sostienen la vida en medio de múltiples violencias. Las juventudes no esperan a ser invitadas: ya están creando sus propias formas de incidencia.
Un logro central del espacio fue la construcción colectiva de la agenda 2025 y acciones estratégicas 2026, donde las y los jóvenes definieron para continuar el proceso:
- fortalecer la comunicación popular,
- impulsar movilizaciones comunitarias,
- realizar activaciones digitales para el 10 de diciembre,
- y llevar la Convención a escuelas, colectivos y radios comunitarias mediante estrategias pedagógicas.
Estas rutas reflejan que el Laboratorio de Saberes no es un evento aislado, sino una plataforma viva de articulación juvenil que seguirá creciendo en los territorios. La Juntanza entendida como acción colectiva, incidencia y cuidado mutuo, se consolida, así como una estrategia política que permite a las juventudes asumir un rol decisivo en la defensa y exigibilidad de sus derechos.
Por: Katherine Pérez





