Comunicado Las Iglesias Santuarios de Paz expresan su solidaridad con las Víctimas del conflicto armado
Samaniego unida por la vida, la paz y la reconciliación
Ora et labora
Y en los andamios de la vida
con palaustres de hermandad
fabricaremos algún día
la casa de la igualdad
– Tite Curet Alonso / Cheo Feliciano
(“Juan Albañil”)
El obrero es digno de su salario, pero los salarios no siempre son dignos de sus obras. En el prefacio a la edición de 2018 de su libro El puente, Gay Talese describe la estructura de estos como “una construcción poética dotada de una belleza y utilidad perdurables”. Hablaba específicamente de los trabajos sobre el gigantesco puente de Verrazano-Narrows que conecta Brooklyn con Staten Island, de los 4,176 metros de longitud o los 4 kilómetros que lo estiran sobre los parchos del océano, pero también sobre “los trabajadores del hierro”, los propietarios de “las huellas impresas sobre los tornillos y vigas de esas edificaciones tan vertiginosas”, “…esas personas que caminan sobre el alambre provistas de botas y cascos de seguridad que se ganan el pan jugándose la vida en lugares donde una caída suele ser fatal y donde los familiares y compañeros de los fallecidos consideran sepulcros los puentes y los rascacielos…”. Los nombres de los arquitectos, los ingenieros, los banqueros se estampan; los de los trabajadores, no. Pero son ellos los que dotan de belleza y utilidad perdurable las cosas. Hacia allí se encamina esa historia.
Tres cosas son marcas importantes al visitar Cali: comer chicharrón envuelto en plátano maduro o “marranitas”, tomar lulada fría y caminar por la placita de la capilla de San Antonio. Desde la loma de la capilla y su estructura barroca, musulmana y colonial, se aprecia el amplio panorama de Cali: el centro de la ciudad, los altos techos de tejas de barro, los 46 pisos de la Torre de Cali, los 32 de Corficolombiana y los 388 puentes peatonales que tejen la ciudad trazados con grafiti que atestiguan las 59 víctimas mortales del Paro Nacional a manos de la fuerza pública, 80 en todo el país, pero también recuerdan, como un memorándum de oficina, el proceso eleccionario. La parroquia reposa en la colina sobre una plaza de rocas lisas, de donde se deprenden escaleras flanqueadas por robles amarillos y vendedores ambulantes en el caluroso invierno andino de la ciudad centrooccidental. En 1944 un obispo intentó vender la colina pero enfrentó la oposición del barrio. Hoy Cali es la más densamente poblada de las ciudades colombianas y desde la colina de San Antonio uno imagina sobre el valle a sus 2,496,346 habitantes. La belleza y utilidad perdurable de las cosas. Hacia allí se encamina esta historia.
No todos los puentes son el Verrazano-Narrows. Si uno quiere llegar a la Iglesia Torre Fuerte al oriente de Cali, con facilidad le puede decir al taxi: “Llévame al puente de la Unión de Vivienda Popular” y sabe a dónde va. Este puente no se ve desde San Antonio, pero comunica el sector Unión de Vivienda Popular al oriente de Cali con el sur, y a lo largo se escucha uno de los brazos del río Cauca en su extensión sobre el valle. Es un sector levantado en 1963 por generaciones de desplazados y víctimas del conflicto en el departamento del Cauca y las costas del pacífico colombiano, y, hace poco, en sus inmediaciones, una constructora intentó hacer un proyecto de vivienda sobre un lote baldío a uno de los lados del puente. Para la gente del sur, acomodada, ni el puente ni los proyectos sobre la comuna resultan buenas ideas. Entonces, muchos saben lo que implican estos proyectos sobre zonas límite demarcadas por los estratos sociales y el rumor de la violencia.
La iglesia Torre Fuerte de la Cruzada Evangélica de Colombia tiene 30 años de ministerio, pero en el sector Unión de Vivienda Popular en la comuna 16 de Cali no lleva tanto y el pastor tampoco. Encima de todo, el proyecto de la ampliación del templo quedó a mitad. Juan Sebastián Sora, líder del proyecto Iglesias Santuarios de Paz de Justapaz, conoce al pastor como “Henry”. “Llegó a la iglesia durante la pandemia”, cuenta. “Le gusta que le digan así, ‘Henry’. De hecho, se presenta así”. Pero realmente se llama Enrique, y cuenta que la iglesia lleva casi dos años en procesos de expansión estructural y en diciembre del año pasado se le acabaron los fondos. El templo queda al final de la calle 46 de la comuna dividida por un islote largo como una flecha de cuyo centro crece la hierba, árboles que nadie conoce y partes de carros abandonadas, y otras perdidas por algún accidente. En sus predios breves también se ubican expendios de fruta y empanadas además de las buenas intenciones de un jardín. El calor se estaciona entre la gente que camina por las aceras, las motos y los carros. Todo suena como la orilla del mar, pero en Cali no hay costas. Cali se merece una costa, una playa, la brisa que a veces acompaña un horizonte.
Al templo lo rodean rejas. Al cruzarlas, sobre una de las paredes blancas exteriores del templo se presenta un mural breve. Es la silueta verde de un joven que ha trazado un brochazo largo y rosado sobre la pared trepado sobre el primer escalón de una escalera portátil. Al interior de la silueta se inscribe, en letras negras, un deseo: “Construyamos juntos la sociedad que queremos”. El razonamiento bíblico se asienta debajo, poco antes de las losas terracota del piso como si sintiera el aliento de lo que trasciende: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.
Dentro del templo nos recibe un cruzacalles que cuelga de un tubo con una teología fundamental en letras rojas sobre un fondo blanco: “JESÚS TE AMA”. Debajo hay sillas plásticas recogidas en torres desiguales. La pared quebrada y un techo a medio hacer es la evidencia de cualquier proceso de construcción. Sobre el resto de las paredes no cabe una cinta de enmascarar más. Cáscaras de cinta sobre cáscaras de pared y pintura son el testimonio de la actividad comunitaria evangélica. Es un espacio realmente amplio flanqueado por 5 abanicos grandes de aluminio. El fondo del altar es gris y de él nace una cruz blanca, enorme. Sobre él hay 2 amplificadores, uno “Roc Pro” y otro Beringer; un piano Korg TR, un bajo Ibáñez y una batería Gretch Black Hawk cubierta por un acrílico.
-¿Conoces músicos?-, pregunta el pastor.- ¿Tocas algo?-
-Batería-, respondo.
-Son difíciles los músicos. Ahí hay instrumentos y equipos sin casi gente que los use.
Dice que construyen en fe. “Ya el Padre firmó el cheque, hermano. Solo hace falta la plata”, bromea.
Los templos evangélicos son el signo de dos cosas: procesos de aprendizaje y música. Aprender a ser discípulos y cantar encima de lo que la necesidad impone. El templo en construcción; la gente, también.
A las 5:00 pm somos 12 personas reunidas. 8 mujeres; 4 hombres. El pastor Henry prepara café y lo sirve en vasos plásticos. No viste gabán y corbata; nadie lleva gabán o corbata o ropa de domingo. El pastor trae camiseta blanca, pantalón vino y tenis. Casi todos y todas llevamos camisetas, jeans, faldas con estampados de flores coloridas, tenis o sandalias, ropa de diario, en fin, el uniforme de la vida común. El calor hace inservible la ropa de domingo. 5 de nosotros somos mestizos; 7, afrocolombianos caleños, líderes en sus iglesias y barrios. Son líderes de 4 iglesias, pero solo Torre Fuerte es de la comuna 16. La iglesia El Shaddai queda en el barrio Marroquín de la comuna 14. Los líderes de las iglesias Más Familia y Luz y Vida a las Naciones se ubican en la misma comuna, pero en el barrio Manuela Beltrán, una comunera que participó de las protestas contra el alza de impuestos en Colombia en el curso de 1781.
Entonces revisamos los planes de incidencia de las iglesias. Sebastián repasa los documentos que le entregan. Son fotos, listas de materiales, cronogramas. El pasado 17 de abril, la iglesia Luz y Vida a las Naciones llevó a cabo un “Almuerzo comunitario para la sensibilización de vecinos, la recuperación del parque y la firma de un Pacto Vecinal”. 45 personas comieron del sancocho y acordaron bajar el volumen de la música, recoger los desechos de los perros tras sus paseos… El lema del proyecto es: “El parque, mi casa, tu casa, la casa de todos…” y quieren hacer un mural con él, pero incluir una porción bíblica: “Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar…”. Lo que justo dijera el Señor a Salomón tras la culminación del templo. “La idea es recuperar el parque”, dice la pastora, de la iglesia Luz y Vida a las Naciones, Luz Helena. El parque, no el templo. “…donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, inmediatamente uno piensa. Dios comiendo sancocho en un parque de una comuna en Cali, en medio de ellos.
Mientras cierra la tarde de este lunes de mayo, se escuchan las sierras eléctricas de los ebanistas al otro lado de la avenida, junto a los concesionarios de dulces, panes y tarjetas de prepago, el pastor Henry habla de huertas comunitarias frente a la iglesia. Quiere usar el “separador vial” que divide la avenida para sembrar cilantro, cebolla, tomates, cosas así. Socializará el proyecto con la cuadra, además de hablar con la Junta de Acción Comunal del barrio: “La idea es concientizar del cuidado del separador y que la gente tenga su verdura común, atender a la comunidad, ofrecer refrigerios y ver cómo vamos a cuidar los sembrados”, señala. Corresponde imaginar las cosas, contar lo que imaginamos en agendas, fechas y compromisos porque, no siempre hay que seguirle el cuento a la realidad de que es aquello que siempre nos resiste y se nos opone.
La iglesia tiene 3 pisos y medio. Al tercero se llega por una escalera en aluminio y escalones en tablillas de madera que al pisarlos se mueven.
-Al cuarto piso se llega por una escalera de fe-, dice el pastor Henry.
-Sí, porque hay que tener fe para subir por ahí-, dice en broma uno de los líderes de jóvenes de la iglesia, mientras señala por una ventana por donde se alcanza a ver otra escalera, frágil y quemada por el sol de la tarde sobre el oriente de Cali.
Las iglesias se construyen con fe y no con bloques, decía el pastor Henry. “Uno no construye con el bolsillo”, decía mientras señalaba al centro de su pecho.
-¿Y las ofrendas?-, preguntamos con cuidado.
-Ahí van llegando poco a poco-. Entonces nos regala un ejemplo. -Unas hermanas de la iglesia venden chontaduros en la calle; hay otras que barren las aceras frente a los negocios. Al final del día sacan 10 o 20,000 pesos, 50,000 como mucho. De ahí sacan su diezmo y con eso nos sostenemos-, contestó.
Los obreros y obreras dotan de belleza y utilidad perdurable las cosas, incluso las iglesias. Y la iglesia, sugiere la teóloga Nancy Bedford, solo lo es a razón de la misión de su gente, del envío y comisión de discípulos, de su estar fuera de sí pero entre todos. Los templos se construyen con la comunidad, fuera de los templos, en la labor entre los barrios. En ese sentido, toda iglesia está “fuera de sí”. Jesús, sabiendo lo poco que duran los edificios de los templos, lo decía de otra forma: “el reino de Dios está entre ustedes.” Porque lo bello no es lo que perdura sino lo que se relaciona.