
Sentémonos a la mesa: avances y desafíos de la Co-construcción de paz en Nariño

30 de agosto: Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas
La comunidad de Unión Berrecuy abrió su casa grande para hablar sin rodeos de verdad, justicia, paz y misericordia, y para afinar el camino de su reparación colectiva. El equipo de Justapaz facilitó un encuentro íntimo, con protagonistas mayores y jóvenes, que puso en el centro la palabra comunitaria y la organización para exigir derechos ya reconocidos por el Estado desde dos mil dieciocho. La escena fue concreta y luminosa: cerca de veinte participantes recordando la vida antes del desarraigo y trazando, con serenidad y firmeza, los pasos que siguen.
La jornada del trece de agosto se organizó alrededor del Museo de la Palabra, un ejercicio participativo en cuatro estaciones con las palabras Verdad, Justicia, Paz y Misericordia. Los grupos rotaron por cada estación para escribir percepciones, memorias y compromisos. La dinámica, acompañada por profesionales de Justapaz, garantizó que todas las voces fueran escuchadas y que quedara una memoria visual del diálogo con papeles de colores y carteles.
En la estación de la Verdad, las personas vincularon este valor con la tranquilidad y la justicia, y alertaron sobre los efectos del rumor y la difamación que rompen confianzas. Dijeron con claridad que la verdad, dicha a tiempo y con honestidad, abre puertas a la no repetición.
En la reflexión sobre la Justicia, la comunidad la afirmó como práctica cotidiana de respeto, igualdad y rectitud, no solo como norma legal. Cuando está ausente, señalaron, llega la desesperanza. Cuando se ejerce con equidad y amor, sana, reconstruye confianzas y teje comunidad.
La Misericordia apareció como servicio, empatía y mano tendida. Un llamado a compartir lo que se tiene, a pedir perdón, a reparar relaciones y a reconocer a la otra persona en su dignidad.

En Paz, el énfasis fue nítido: perdón, reconciliación y noviolencia, con un punto de partida ineludible, la paz interior que se cultiva en la familia y en la vida diaria. También se nombró sin maquillaje el miedo a ser silenciados, un obstáculo real que hay que enfrentar con organización y cuidado colectivo. El cierre de este momento leyó el Salmo ochenta y cinco, versículo diez. La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. Un marco espiritual sencillo y profundo para lo que la comunidad ya vive.
Se revisó la resolución de dos mil dieciocho que reconoce a Unión Berrecuy como víctima del conflicto armado y se insistió en la necesidad de ejercer veeduría directa ante la Unidad para las Víctimas, pedir información actualizada y exigir avances concretos. Se acordó enviar comunicación formal a la UARIV y realizar una reunión el veinte de agosto con la Defensoría del Pueblo y Justapaz para articular el proceso. La comunidad, además, priorizó ordenar su archivo del caso, hacer copias de respaldo y proteger la documentación acumulada durante años.
También se abordó una inquietud clave. La resolución cobija al Consejo Mayor de Río Pepé, del que hace parte Unión Berrecuy. Se aclaró que no existe doble reparación por la misma vía y que es imprescindible diferenciar solicitudes, ya sea en memoria, economía, proyectos comunitarios o espacios públicos. En síntesis, precisión para no quedarse por fuera y coordinación para avanzar.
Veeduría ciudadana en el San Juan: agenda, control social y mística
El catorce de agosto, el Foro por la Vida y la Paz en la Subregión San Juan reunió a consejos comunitarios, organizaciones sociales, iglesias, jóvenes, mujeres, academia, cooperación internacional y representantes institucionales. La apertura fue un gesto de espiritualidad ecuménica, guiada por liderazgo pastoral y sacerdotal, que entregó granos de lenteja como símbolo de esperanza, unidad y compromiso con la vida del territorio. Cada persona los depositó en una mesa central que se convirtió en altar comunitario. Un acto sencillo que ordenó la conversación pública con sentido de propósito.
El encuentro esperaba a actores responsables de la planeación y seguimiento de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, entre ellos el Foro Interétnico del Chocó, la Agencia de Renovación del Territorio y las Secretarías de Planeación de Istmina, Condoto y Medio San Juan. Su presencia era importante para fortalecer vínculos, rendición de cuentas y concertación de respuestas a las demandas del territorio.
Durante el balance, el Consejo Comunitario Acadesan compartió un proyecto productivo de huevos criollos que beneficia a cincuenta familias, en su mayoría mujeres cabeza de hogar, con impacto en la seguridad alimentaria y la economía local tanto en Medio San Juan como en La Unión.
La metodología del foro propuso tres mesas temáticas. Una abordó mujeres, juventudes y enfoque de género. Otra se concentró en seguridad, protección y participación política. La tercera trabajó economía local, producción y empleo. Las personas se ubicaron de acuerdo con su experiencia y afinidad, y consignaron diagnóstico, retos y propuestas de acción para corto y mediano plazo. La participación fue amplia e intersectorial, con liderazgo comunitario, institucionalidad, iglesias y organizaciones sociales.
La plenaria compartió resultados y permitió identificar puntos comunes. El énfasis quedó en articular la defensa de derechos, ampliar la participación de mujeres y jóvenes, exigir responsabilidades a la institucionalidad, fortalecer la seguridad y protección comunitaria, e impulsar la economía propia como base de paz y desarrollo. El ambiente fue de compromiso y apertura al diálogo.
El cierre lo marcó el arte. Una estudiante de la Normal Nuestra Señora de las Mercedes presentó una pieza de poesía bailada que unió memoria, identidad afrodescendiente y esperanza, recordando que la cultura es territorio y que la paz también se hace con cuerpo, palabra y escuela.
Unión Berrecuy y la subregión del San Juan demostraron que la paz se cultiva con memoria organizada, espiritualidad que humaniza y ciudadanía vigilante. Hay ruta para la reparación colectiva y hay comunidad para empujarla. Falta que las instituciones cumplan, y eso no se pide en abstracto, se exige con documentos en regla, archivos cuidados y reuniones con fecha, como ya se acordó.
Justapaz continuará acompañando estos pasos con enfoque étnico, de género y de noviolencia, sumando iglesia, organizaciones y autoridades, para que la verdad, la justicia, la paz y la misericordia dejen de ser estaciones de un museo y se vuelvan, una a una, costumbre del territorio.